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  • TEMA 7.1. LA VIOLENCIA DE GÉNERO COMO IDENTIDAD.

    7.1.- LA VIOLENCIA DE GÉNERO COMO IDENTIDAD.

    Profesor: Miguel Lorente Acosta (1 ECTS) (Coordinador)

    miguel.lorentea@umh.es

    RESUMEN:

    Ser hombres, es decir, cumplir con las referencias y las pautas que la cultura determina para la masculinidad, es ser reconocido como hombre por otros hombres.

    La construcción de la identidad masculina consta de dos grandes referencias que obligan a una continua exigencia a los hombres para demostrar que lo son.

     1.     Por una parte está el componente estático de la identidad, es decir, la serie de requisitos mínimos que todo hombre debe tener según el modelo cultural concreto en el que se encuentra.

    2.     Y por otra el componente dinámico, o sea, la necesidad de demostrar esa hombría que se supone a partir del componente estático ante situaciones concretas, bien de forma general o, de manera muy especial, ante otros hombres.

     Estos elementos resultantes de la interacción del doble componente de la masculinidad (estático y dinámico), en el doble escenario de lo privado y lo público, genera múltiples posibilidades que se resuelven desde la proximidad, es decir, mediante la aprobación de las personas cercanas a cada uno de los contextos. De ese modo, la demostración de la masculinidad a partir de los elementos estáticos es reconocida en las relaciones personales y privadas, mientras que el componente dinámico lo es, fundamentalmente, en el espacio público y por parte del grupo de hombres cercano, aquel al que pertenece y donde quiere ser reconocido para ocupar un determinado papel o posición dentro de él, y a partir del mismo ampliar su reconocimiento y aceptación y, en consecuencia, las oportunidades para acumular más poder.

     Todo forma parte de la identidad de los hombres dada por la cultura, es decir, impuesta por el machismo. El núcleo de la identidad masculina es el mismo en cualquier rincón de planeta, sólo cambian los elementos sobre los que sentirse hombre y ser reconocido como tal en cada una de las sociedades y culturas, pero el ADN identitario viene dado por el patriarcado, esa construcción jerarquizada de poder sobre las referencias de los hombres hecha cultura.

     Esos elementos comunes que comparten en cualquier lugar llevan a consecuencias similares, y entre ellas está la violencia contra las mujeres y las niñas, denominada también violencia de género.

     Se trata de una violencia estructural que surge de las propias pautas de convivencia, y con ella se busca mantener el orden, no alterarlo. Cuando un hombre, por ejemplo, maltrata a la mujer con la que mantiene una relación, lo hace para que se adapte a lo que él, a partir de las referencias establecidas por la cultura, decide que debe ser la relación. De ese modo refuerza la construcción de género definida por la cultura, y él como hombre se siente más hombre en su doble componente, por haber actuado como tal según los privilegios y “responsabilidades” dadas, y por haber resuelto el “conflicto” presentado “como lo hacen los hombres”.

    No se trata de que, como hombres, incluso desde esa posición de autoridad otorgada, restablezcan el orden teóricamente alterado por la mujer recurriendo, por ejemplo, al diálogo, los argumentos y los razonamientos más variados; esa forma de proceder resolvería el conflicto, pero no reforzaría su posición como hombre. En cambio, si soluciona el conflicto “como los hombres” a través de un recurso que la cultura normaliza sólo para los hombres, entonces el valor es doble, porque soluciona el problema y de forma simultánea marca las pautas de quién es quién en la relación, al tiempo que sitúa la amenaza de la violencia como una realidad dentro de la relación que lleva a que la imposición del hombre y el control sean más eficaces. Y con todo ello, además, también se ve ratificado y reforzado el propio modelo cultural de relación desigual y los valores que lo acompañan, entre los que se incluyen las referencias a la identidad de hombres y mujeres.

    La violencia de género, como se aprecia, tiene un doble impacto identitario en los hombres que actúa sobre la esencia de la condición masculina por su significado y por el contexto donde se desarrolla.

     

  • TEMA 7.2. INTERVENCIÓN CON AGRESORES DE GÉNERO EN MEDIO ABIERTO Y CERRADO: EXIGENCIA LEGAL E INSTRUMENTO ÚTIL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO.

    7.2.- INTERVENCIÓN CON AGRESORES DE GÉNERO EN MEDIO ABIERTO Y CERRADO: EXIGENCIA LEGAL E INSTRUMENTO ÚTIL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO.

             Profesor: José Pablo Cuéllar Otón (1 ECTS) j.cuellar@umh.es

     

    RESUMEN:

     

    Nuestro modelo de socialización incentiva la generación de comportamientos en los hombres tendentes a la demostración de su masculinidad a través del uso de la violencia en los distintos ámbitos, contextos y circunstancias donde han de exhibir su posición hegemónica, entre los cuales uno muy explícito es el que guarda relación con las relaciones de pareja.

     Desde la promulgación de la Ley Orgánica 1/04, se ha protocolizado una metodología de intervención con los varones condenados por haber ejercido violencia de género, dentro y fuera de las prisiones, cuyo análisis de resultados, desde un enfoque de género y masculinidad, nos llevará a la deconstrucción de los ejes fundamentales sobre los que determinar cuál debe ser la progresión necesaria y suficiente para que los hombres condenados, mediante la intervención y el tratamiento, puedan erradicar sus violencias en un modelo de sociedad donde la violencia de género no puede tener cabida.

    Estos programas vienen caracterizados por su voluntariedad en el ámbito carcelario; pero también por su exigencia legal en los supuestos de aplicación de las denominadas penas y medidas alternativas a la prisión (precisamente, a partir de la reforma que la Ley Integral de 2004 realizó en el Artículo 83 del Código Penal), y por el necesario presupuesto del que parten: La suspensión condicionada de una pena de Prisión (cuando se dan los requisitos previos exigidos por la legislación penal; o bien su seguimiento como desarrollo del contenido de la pena de Trabajos en Beneficio de la Comunidad).

    Es útil, por tanto, analizar los presupuestos legales, características básicas (duración, contenidos…), y la eficacia de estos programas de intervención con agresores de género, tanto en el interior de la prisión como en medio abierto, y avanzar si la perspectiva de género y el trabajo con nuevas masculinidades puede ser un instrumento útil en sus contenidos.

    • Textos:

      1.- LA APLICACIÓN DE PROGRAMAS FORMATIVOS DE REEDUCACIÓN PARA CONDENADOS POR DELITOS RELACIONADOS CON LA VIOLENCIA DE GÉNERO. (CL) en “LA EJECUCIÓN DE LOS TRABAJOS EN BENEFICIO DE LA COMUNIDAD POR DELITOS DE VIOLENCIA DE GÉNERO” (VV.AA.)., Eds. Elena Martínez García y Juan Carlos Vegas Aguilar) Páginas 171-209. Editorial Tirant Lo Blanch. 2012. ISBN 978-84-9004-103-1.

       

      2.- SORDI STOCK, Bárbara. Programas de rehabilitación para agresores en España: un elemento indispensable de las políticas del combate a la violencia de género. Polít. crim. Vol. 10, No 19 (Julio 2015), Art. 10, pp. 297-317 (este artículo está disponible on line ya)

      Audiovisual:

      1.- Un pequeño video, una noticia de un informativo de TVE sobre lo que hacíamos con un grupo de condenados por violencia de género.

    • Textos:

       

      - (una guía que editó la diputación de Alicante: http://violenciasmachistas.diputacionalicante.es/wp-content/uploads/2020/02/Guia_Maltrato_ES.pdf)

       

      -  (estudio de Instituciones Penitenciarias sobre reincidencia de los condenados por violencia de género que han realizado programas en medio abierto: https://www.institucionpenitenciaria.es/documents/20126/0/Informe_Reincidenciax2017x+%281%29.pdf/17f761c6-7210-8113-c3db-e4f1a76a9966

       

       

      Audiovisuales:

       

      - Cortometraje “Amores que matan” de Iciar Bollaín), disponible en

      - video de mi intervención en el CIMASIGUAL de 2019

  • TEMA 7.3. HOMBRES QUE MALTRATAN: LA EXPRESIÓN SUSTANTIVA DEL FRACASO DEL MODELO TRADICIONAL DE MASCULINIDAD HEGEMÓNICA.

    7.3.- HOMBRES QUE MALTRATAN: LA EXPRESIÓN SUSTANTIVA DEL FRACASO DEL MODELO TRADICIONAL DE MASCULINIDAD HEGEMÓNICA.

             Profesor: Carmelo Hernández Ramos (1 ECTS) carmelo.hernandezr@umh.es

             

    RESUMEN:

     

    La construcción social de la masculinidad hegemónica es un proceso fraguado en el paradigma del poder e identidad masculina de género, cuyo análisis de significados y relaciones, nos permitirá comprobar cómo masculinidad, sexualidad y violencia siguen representando valores ideológicos que legitiman la representación social, la manera de ser y la manera de relacionarse de hombres y de mujeres y, por tanto, la pervivencia del imaginario subjetivo que sigue perpetuando la impunidad de la violencia de género.

     

    La violencia de género es una anomalía, una conducta antisocial, un socavamiento de la estructura ciudadana de convivencia de la que queremos dotarnos.

     

    La creciente concienciación ciudadana en esta materia, y los notables cambios sociales y legislativos promovidos en los últimos años, han contribuido decisivamente a la visibilización del comportamiento machista como algo intelectualmente violento e indeseable, y que como tal constituye una conducta antisocial, legalmente penalizada. Por ello, frente a la tradicional y secular permisividad, cuando no asimilación como “normal”, del maltrato a la mujer por parte de su pareja masculina, el modelo de sociedad actual considera urgente el rechazo de la violencia de género y señala a los hombres violentos como una anomalía que avergüenza a la mayoría de los hombres que sí están por la igualdad.  Hay que significar en la conciencia colectiva de la sociedad que el que maltrata deja de ser un “hombre”, confrontando la caduca y casposa asimilación de ser hombre con “ser macho”.

     

    Es este el contexto en el que, estamos obligados a promover la búsqueda de una respuesta sólida, desde el compromiso personal y la experiencia profesional, a la crucial cuestión de cómo combatir, en suma, una lacra tan presente y a la vez tan invisible en nuestra sociedad que predispone al ejercicio de la violencia como un mecanismo masculino idóneo para relacionarse e imponerse en la convivencia con las mujeres, tanto en la esfera interpersonal, como en el conjunto de las relaciones sociales.

    Tomar conciencia de género nos crea la responsabilidad de contribuir a transformar positivamente un mundo dominado por valores no igualitarios que deben ser efectivamente detectados y suprimidos y es esencial que la ciudadanía entienda y consolide el valor de los hombres igualitarios en la consecución de una sociedad más justa y equitativa.

     

    La escalofriante prevalencia de hombres que maltratan es un signo inequívoco de que la desigualdad es la causa estructural de violencia de género. La relación aseverativa entre masculinidad y violencia de género se nutre de la desigualdad y el control en un entorno patriarcal asimétrico y estructuralmente violento.  El análisis de los nuevos espacios de inmunidad en la cultura postmoderna que promueven violencias de género y nuevos umbrales de tolerancia es necesario para entender cómo se retroalimenta y perpetua, a pesar de los avances legales y asistenciales, la violencia contra la mujer.

     

    La violencia de género es un comportamiento hostil consciente e intencional que, por acción o inhibición, causa en la mujer maltratada un daño físico, psíquico, económico, social, moral o sexual, al atentar contra su libertad y su derecho a desarrollarse libremente como persona.

     

    El hombre maltratador es plenamente consciente de que actúa de forma socialmente no aceptada, y la violencia psicológica es el soporte esencial en que se sustenta para conseguir el control total sobre la víctima, minando su autoestima mediante un progresivo y lento proceso de adaptación paradójica a la situación de maltrato, demostrándole su poder y autoridad y produciéndole una permanente situación de indefensión aprendida, que propicia que la mujer valore la necesidad de permanecer sumisa e inmóvil frente al agresor, como única forma de escapar al castigo.

     

    La violencia psicológica se articula desde la desigualdad funcional que preside la relación entre el hombre maltratador y la mujer víctima. En esa relación de superioridad y dominio, el hombre que ejerce el maltrato psicológico tenderá a salvaguardar su poder sobre la víctima, del mismo modo como interrelacionan entre si los exponentes de un binomio newtoniano: el crecimiento progresivo de uno se consigue simultáneamente gracias al decrecimiento necesario del otro.

     

    Es este el ámbito en el que debemos preguntarnos si realmente está en crisis la masculinidad como concepto. Precisamente el trabajo con hombres que han ejercido violencia de género nos suministra la evidencia más dramática de esta realidad. El hombre que maltrata siempre ha tenido miedo a mostrar su fragilidad. Sin embargo, esa dimensión humana y las emociones que la impregnan no tienen género, sino que conforman una importante parte de la condición humana, en un sentido amplio, universal e inclusivo. Quizás por ello existen todavía tantas disfunciones en el ejercicio de la llamada condición masculina, y todavía es constatable la presencia de tantos hombres maltratadores incapaces de asimilar y aceptar el nuevo escenario evolutivo en el que la mujer puede por fin representar el mismo papel principal que el hombre, aunque aún quede mucho camino por recorrer y allanar.

     

    Por todo ello, es esencial trabajar con jóvenes y hombres, sobre todo desde el punto de vista psicoeducativo, las cuestiones implícitas y relativas al sistema sexo/género. Argumentar sólidamente la visión de que el papel y posición de los hombres en la sociedad debe ser igual al de las mujeres. Ofrecer visión y perspectiva de los nuevos modelos de masculinidad alejados del paradigma machista, entendiendo este término como la postergación de la mujer a un papel secundario o residual frente al de los hombres. Deconstruir las identidades de género desde una perspectiva inclusiva, que evite la tradicional bipolaridad que promueve una identidad masculina contrapuesta y enemiga de la femenina.

     

    BIBLIOGRAFÍA

     

    Hernández, Carmelo (2003). “La violencia de género: perspectiva psicológica”. En Hernández, Carmelo; Cuéllar, José. P (coords.) (2003). La violencia de género en los albores del siglo XXI: perspectivas psicológica y jurídica. Elche: Universidad Nacional de Educación a Distancia. Centro Asociado de Elche, pp. 39-121.

    Hernández, Carmelo., et al. (2010). “Reeducación de condenados por delitos de violencia de género en régimen abierto”. En. Avilés, Manuel (coord.) Delitos y delincuentes: cómo son, cómo actúan. Alicante: Editorial ECU.  pp. 361-401.

    Hernández, Carmelo.; Cuéllar, José. P.; Servet, Vicente (2012). “La aplicación de programas formativos de reeducación para condenados por delitos relacionados con la violencia de género: el programa de la Audiencia Provincial de Alicante”. En Martínez, Elena y Vegas, Juan C. (coords) La ejecución de los trabajos en beneficio de la comunidad por delitos de violencia de género. Valencia: Editorial Tirant Lo Blanch. pp. 172-209.

    Hernández, Carmelo.; Cuéllar, José. P.; (2019). “Enfoque de género y masculinidad en la intervención psicocriminológica con agresores de género en medio abierto”. En Téllez, Anastasia y Martínez, Javier E. (coords.) Deconstruyendo la masculinidad: cultura, género e identidad. Valencia: Editorial Tirant Lo Blanch. págs. 267-288.